Una pandemia con Amor

POR EDGAR RAMIREZ EL 1 DE SEPTIEMBRE DEL 2021

Dulce Ramirez posa con el libro “Cien años de soledad” de Gabriel García Marquez. Photo courtesy of Philatinos Radio.

Dulce Ramirez posa con el libro “Cien años de soledad” de Gabriel García Marquez. Photo courtesy of Philatinos Radio.

Hace 4 años conocí a Dulce Ramirez durante una visita al museo de antropología, para entonces tenía un bebe de 3 años, Alan. Ramirez es originaria de Ciudad de México (México) y llegó a Philadelphia cuando apenas tenía 13 años, junto con sus padres. Su camino no ha sido fácil, pero siempre ha tenido la valentía de enfrentar los retos que la vida le depara, incluso durante la pandemia.

La escuela y la niñez fueron para ella un paso rápido, sin mucho por esperar. Aunque le hubiese gustado poder prepararse más, la situación económica de su familia no daba para actividades extracurriculares ni cursos preuniversitarios. Por el contrario, desde muy joven, Ramirez tuvo que trabajar para contribuir al hogar. Le tocó crecer rápido. Y tras convertirse en mamá, a los 19 años, el trabajo se convirtió en la herramienta para sacar adelante a Alan y darle mejores oportunidades.

Al igual que el 25% de latinos en EE.UU., Ramirez ha trabajado como ayudante y mesera en diversos restaurantes. Esto le ha permitido subsistir, especialmente tras el retorno de sus padres a México. Sin embargo, con la llegada del COVID-19 todo cambió. El 16 de marzo de 2020, Philadelphia ordenó el cierre de restaurantes y bares, por dos semanas. Siete días después, la ciudad entraba en cuarentena, se prohibieron las cenas al interior de lugares públicos, y cientos de restaurantes cerraron sus puertas temporalmente hasta que las restricciones se redujeran.  

De la noche a la mañana, Ramirez se convirtió en una de los  5.5 millones de trabajadores de la industria de  restaurantes que perdieron su trabajo. Fue la caminata de regreso a casa más eterna que ha sentido. Cientos de interrogantes pasaban por su cabeza. Desde,  ¿cómo volvería a casa sin empleo?, hasta ¿cómo enfrentaría el confinamiento? pero, sobre todo, ¿cómo encontraría la manera de convivir con su hijo de 7 años en un mundo que parecía aún más caótico de lo normal? Le aterraba no tener realmente soluciones a sus preguntas. 

“Todo va a estar bien”

Al igual que a la mayoría de personas, sus 26 años de vida no la habían preparado para esta situación. Más allá de la preocupación por la falta de trabajo, tenía miedo que su reacción preocupara a su hijo, que Alan sintiera que todo estaría bien era su prioridad. “Todo va a estar bien”, se repetía a sí misma.

Poco a poco le explicó a su hijo que era la pandemia, de forma general, para no alarmarlo. Nunca le contó que no tenía trabajo. Subsistieron del dinero que ganaba, de vez en cuando, al conseguir encontrar un turno como mesera. Y es que el tiempo le quedaba justo. Con las escuelas cambiando a modalidad en línea, Ramirez debía encargarse de la educación de Alan, no había otra alternativa. 

En menos de un mes, Ramirez se unió a las 5.1 millones de madres en EE.UU que dejaron de trabajar por dinero. A pesar de que el padre de Alan es parte de la vida del niño,  ella es quien lleva el día a día de la responsabilidad de su crianza. En medio de tanta incertidumbre le atacaba la duda de que, al tenerla a ella de maestra, Alan no pudiera mantenerse al nivel del resto de su clase. “Debí prepararme más durante la escuela,” se repetía con arrepentimiento. Entre tantos sentimientos encontrados le ganó el ingenio, y preparó para Alan una rutina de aprendizaje que le permitiera reforzar jugando lo aprendido en clases.  

Lo primero era asegurarse de que Alan durmiera temprano, así evitaría la lucha diurna de intentar despertarlo. Fallo muchas veces, pero nunca dejó de intentarlo. 

Acto seguido, le preparaba el desayuno, para que tenga energía para estudiar, se lavaban los dientes y se conectaban a las clases virtuales. El reto más grande era captar la atención de Alan y evitar que se distrajera con sus juguetes favoritos. 

Ramírez hacía lo mejor posible para que Alan aprendiera de las clases, pero reforzaba la materia leyendo y escribiendo con él treinta minutos diarios. Hacían tarea juntos y antes de terminar el día construían rompecabezas y armaban estructuras con legos, relacionándolas a lo aprendido en clases. 

Con los días y los meses, realizar estas actividades les dio la seguridad que todo estaría bien. Casi al mismo tiempo, Ramirez y yo volvimos a encontrarnos. Estaba feliz porque, a pesar de todo, la pandemia le había permitido pasar tiempo con su Alan, dando lugar a una nueva relación basada en la confianza. Pero le preocupaba que su hijo no tuviera suficiente contenido en español. La educación en línea le había hecho darse cuenta que tanto ella como Alan se habían enfocado en leer en inglés y habían dejado de lado al español, por que les costaba más trabajo.

“Quiero que Alan pueda desenvolverse en ambos idiomas,” me dijo. Le mostré una pila de libros infantiles en español del proyecto Philibros. Desde entonces cada vez que iba a la radio llevaba uno nuevo. En poco tiempo su interés por los libros en español se había intensificado y su deseo por ayudar a la comunidad con aquello que aprendió en esas horas de angustia era todavía más grande. 

“Ponerle el material necesario [a Alan] me dio la oportunidad de encontrarme con mis propias raíces,” dijo Ramirez . Y la idea de que Alan conozca autores de su cultura, y se vea representado, empezó a germinar en ella. Sin experiencia como presentadora ni titulación en comunicación, Ramirez se aventuró a crear su propio programa de radio en Philatinos. Así nació Booktitlan

Booktitlan es una mezcla entre book, libro en inglés y la palabra nahual titlan, que significa lugar. Es un “lugar de libros” donde todos los libros y culturas son bienvenidos. Todos los martes, Ramirez y su co-conductora Dayesla Ixtli entrevistan a autores de diversas etnias y razas sobre sus obras literarias, siempre y cuando estén escritas en español. En menos de seis meses, han acumulado más de 400 oyentes. 

Además de Booktitlan, Ramírez comenzó a trabajar como voluntaria en Mighty Writers El Futuro. Una organización con sede en Filadelfia centrada en enseñar a los niños a pensar con claridad a través del poder de la escritura. Esto le ha dado la oportunidad perfecta para ayudar a otros latinos a inculcar en sus hijos el amor por su cultura. 

Sin duda, la pandemia le dio la oportunidad de mejorar su vida y poner sus prioridades en perspectiva. Hoy por hoy ya no trabaja en un restaurante. Ramírez es guía en Philadelphia’s Magic Gardens, y recorre sus salas mostrando a los visitantes la magia del lugar. Ha encontrado en Booktitlan y Mighty Writers El Futuro, el lugar perfecto para ayudar a niños como Alan a mantener vivo su bilingüismo, a amar el español y a estar orgullosos de su cultura.

 
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